Teoría crítica ¿o irracionalismo pretencioso?



Es moneda bastante corriente el citar a Adorno, Marcuse o algunos otros a quienes se les etiqueta, de manera absurda, como marxistas y, también ridículamente, como “teoría crítica”. Especialmente entre los círculos donde campea el fundamentalismo lingüístico y basta utilizar palabras como “burgués” o “capitalismo” para considerarse seguidor de Marx y, armado con pintura en aerosol, traer “el socialismo” a punta de consignas cursis y performances ridículos. Pero eso sí, hablar de modificar las relaciones de producción, la reducción de la jornada laboral, la promoción de cooperativas o plantearse el cuestionamiento hacia el empresariado ni siquiera está dentro del horizonte de la “izquierda” de peluche que prefiere, rosario en mano, autoflagelarse en las catedrales de la religión del lenguaje. Una superstición tan primitiva que se engaña pensando que el lenguaje cambia la realidad.

Pero haciendo a un lado el contexto vayamos a lo concreto y disfrutemos la comicidad involuntaria de una tropa que, aún renegando del materialismo histórico y del cuestionamiento a la intelectualidad empresarial, es considerada como “crítica” o “antisistema”. Comenzaremos con una pareja de comediantes amplia, e inexplicablemente, citada: los autores de la “Dialéctica de la Ilustración” quienes en la mencionada obra, y es una perogrullada mencionarlo, consideran a la Ilustración como algo que “resplandece bajo el signo de una triunfal calamidad”. Es un cliché mencionar la decepción y desconfianza ante el método científico por parte del Irracionalismo que corre desde Platón hasta el dogma “posmo” pero cualquier científico social, humanista o inteligencia con mediano sentido común no pensaría en la “Ilustración” en abstracto, o en general, y se preguntaría ¿Quiénes? ¿Cuándo? ¿Dónde? Para desenmarañar la madeja de la explotación pensaríamos en el sistema social y sus principales beneficiarios pero resulta más fácil poetizar y descafeinar la reflexión para hacerla inofensiva pero también un éxito editorial de ventas. Pero donde ya la marrana tuerce el rabo es en su metodología, pues el pomposo y Adornado término de Dialéctica ni siquiera se cumple, pues hay una exposición de Tesis y su negación crítica como Antítesis pero no hay ninguna Síntesis que la concluya sino solamente exageraciones literarias que, fraudulentamente, se hacen pasar como filosofía puesto que los autores, en su frenesí literario, consideran al personaje de Ulises como un típico burgués y, aquí las carcajadas suenan estruendosamente, pues escriben: “... la Odisea en su conjunto da testimonio de la dialéctica de la ilustración... (pues) Odiseo vive según el principio originario que una vez constituyó a la sociedad burguesa”. Una ridiculez forzada ¿burguesía en la antigua Grecia? ¿Qué sigue? ¿Marcianos en Chichen Itzá?.

Los vendedores de aspirinas metafísicas que lucran con la ignorancia y el dolor se convirtieron en los pastores de Pare de sufrir pero también en críticos de novelitas que se venden como filósofos.

Luego tenemos Marcuse, quien en “El hombre unidimensional”, culpa a la nueva clase media de no rebelarse contra sus dominadores por la domesticación propiciada por el Estado de bienestar y el mercado. Menciona: “La sociedad existente logrará contener a las fuerzas revolucionarias mientras consiga producir cada vez más 'mantequilla y cañones' y a burlar a

la población con la ayuda de nuevas formas de dominación total” y pese a que es indispensable salir “reino de la necesidad”, no obstante, afirma que la “La ciencia gracias a su propio método y sus conceptos, a proyectado y promovido un universo en el que la dominación de la naturaleza ha permanecido ligada a la dominación del hombre”. De manera que además de fantasías como el Coco y el Diablo también tenemos a la “Ciencia”, otra vez en abstracto, planeando jalarnos las patas en la noche. Cayendo así el autor en una postura oscurantista y primitiva atribuyéndole una ideología, además de una existencia y voluntad propia, como si ésta no fuese producto del trabajo colectivo. Simplemente, otro instrumento utilizado por humanos que sí tienen ideología y, a veces, puercas intenciones. Pero lo más interesante son las consideraciones de la izquierda de peluche, que con la barriga llena y el nivel de vida de un buen vendedor de libros, le reprocha a las generaciones que por primera vez pueden comer carne más de dos veces al mes o tener un poco más de comodidad el no hacer lo que la intelectualidad iluminada les dice. La indignación de la panza satisfecha y de poseedores de autos eléctrico que reprochan, como Greta Thunberg, a los miles de millones que por primera vez pueden tener en su rutina una dieta no vegana y transporte sin patas.

A veces parece que estos comediantes parecen estar más en contra de los oprimidos que de los explotadores.

Por otra parte, Franz Fannon en los Condenados de la tierra considera que “El colonizado que decide realizar este programa, convertirse en su motor, está dispuesto en todo momento a la violencia. Desde su nacimiento, le resulta claro que ese mundo estrecho, sembrado de contradicciones, no puede ser impugnado sino por la violencia absoluta”. Con intenciones, tan abstractas como chantajistas, que consisten en buscar la emancipación de las colonias y en el cual los partidos y el mundo urbano es visto con desconfianza, porque los comediantes prefieren trabajar sin organización ni estructura política, privilegiando así al mundo tradicional y rural considerando al campesino como agente revolucionario porque “... en los países coloniales sólo el campesinado es revolucionario. No tiene nada que perder y tiene todo por ganar. El campesinado, el desclasado, el hambriento, es el explotado que descubre más pronto que sólo vale la violencia”. Mucho adorno para decir carne de cañon. Y, según su fantasía, en está búsqueda por la vía armada la represión que ejercerían las autoridades tendrían el efecto de “fortalecer” la conciencia revolucionaria. En eso terminaría la carne de cañon, obviamente, con nuestro iluminado en la cima. Así, sin programa ni estructura política.

¿Y para qué? ¿Para constituir un Estado nacional como en el siglo XIX? ¿Para la dominación por parte de los locales?

En su Ensayo sobre la liberación Marcuse insiste en el desprecio al racionalismo y, a la Ilustración en general, prefiriendo entonces:

"...el goce de la vida, jugando con las potencialidades de forma y materia para el alcance de esta meta. La técnica tendería entonces a devenir arte y el arte tendería a formar la realidad: la oposición entre imaginación y razón, entre altas y bajas facultades, entre pensamiento poético y científico, sería invalidada. Aparecería así un nuevo Principio de Realidad, bajo el que se combinaría una nueva sensibilidad y una inteligencia científica desublimada para la creación de un ethos estético."

Mucho Adorno para decir que la belleza, lo que sea que eso signifique, debía regir. Algo parecido al principio nietzscheano de belleza y salud... que deviene en la dominación del más fuerte y en el desprecio a las masas, que ignorantes y vulgares, no son capaces de distinguirla. Y si a ello le agregamos su entusiasmo por la violencia, mencionado más atrás, no tardaríamos en tropezarnos con una estetización de la violencia, obsesión de la derechas, y su justificación retórica. Pero por el momento, solo "...significaría el ascenso del Principio Estético como Forma del Principio de Realidad: una cultura de receptividad". Bla bla bla. Ajá, claro.

Fantasías en el aire, abstracciones que se confunden con poesía y simplemente poetas que quieren hacerse pasar por filósofos. Ya Marx se había mofado de especímenes parecidos en la Miseria de la Filosofía enfatizando la importancia del análisis material y realista del entorno. El Santa Clós comunista advirtió: “Nada es más fácil que inventar causas místicas, es decir, frases, cuando se carece de sentido común”. Dar tanto brinco cuando el problema es económico y de clases sociales. De tecnología y de escasez ¿Cómo hacer la síntesis del problema entre proletariado y burguesía?.

Marx rostizaba a Proudhon: “Para él, la solución de los problemas actuales no consiste en la acción pública, sino en las rotaciones dialécticas de su cabeza. Como las categorías son para él las fuerzas motrices, para cambiar las categorías son para él las fuerzas motrices, para cambiar las categorías no hace falta cambiar la vida práctica. Muy por el contrario: hay que cambiar las categorías, y en consecuencia cambiará la vida existente”.

El mundo económico y político está, para los fanáticos del lenguaje, fuera de sus consideraciones y eso les permite evadir la principal contradicción: el capitalismo. De esa manera pueden estar, aparentemente, en contra de todo y de nada al mismo tiempo utilizando la trampa más grande: peleándose contra la inteligencia. Negando así las únicas herramientas emancipatorias con las que cuenta nuestra especie: la razón y la ciencia.




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