El humor no debe tener límites o Spinoza burlándose de la cristalería
Los límites son para las acciones no para las palabras, la pluma y, especialmente, el humor. Puesto que este último es por definición un despliegue de inteligencia y libertad, condiciones indispensables para el desarrollo de una sociedad armónica, solo puede verse condicionado por el talento y puesto que, garantizado por la libertad de expresión, es un camino de dos vías porque, si el que se ríe se lleva, entonces está la posibilidad de responder con ingenio y zanjar las diferencias. Esto bastaría para rechazar la idea de que el humor debería censurarse, ya fuese por ofensivo o alguna otra inquisitorial excusa. Sin embargo, la censura de los ofendidos es pandémica y no es más que el remanente puritano del totalitarismo con el que se han defendido el dogmatismo, la superstición y la intolerancia disfrazada con la engañosa seda de las buenas intenciones. Este debate fue olímpica y elegantemente superado por Spinoza en el siglo XVII. ¿Pero quién fue este individuo? Este amigo de la