El luminoso fracaso de la Liga Comunista 23 de Septiembre

 


La Liga Comunista 23 de Septiembre se distinguió por su deslinde permanente del centrismo dominante, o lo que ingenuamente se insiste en denominar “Nacionalismo Revolucionario”. También rechazó y previó acertadamente en lo que se convirtió el artificiosamente denominado Partido Comunista Mexicano: en el obediente palero del conglomerado partidista pro empresarial, o simplemente, PRD. Pese a su rotundo fracaso, la Liga intentó fomentar una política proletaria independiente de la adictiva teta estatal y con una orientación anti burguesa. E insisto en la palabra fracaso porque cuando se menciona la Reforma electorera de finales de los setenta como una victoria, se le hace un flaco reconocimiento a los caídos en combate al elogiar una simple herramienta contrainsurgente que llenó los bolsillos del emprendedurismo electorero, quienes aparentemente, han triunfado al hacer creer que la democracia consiste en marcar, doblar e insertar una pieza de papel en una urna. Tristísimo favor hacen, reitero.

El arrancarle al momento histórico un espacio mínimo de congruencia, de independencia teórica y autonomía de acción como lo hicieron con el Madera lo considero uno de sus mayores destellos. No exigieron, gritaron, marcharon y chillaron por su principal instrumento de combate y herramienta de educación política. Fue fruto de la lógica revolucionaria y la voluntad.

Lo anterior para sus detractores es todo lo contrario pues ¿Cómo pensar en la revolución cuando la ética mercenaria dicta que vivir fuera del presupuesto público es vivir en el error? Se habla de naufragios, excesos pero especialmente, incluso se ha convertido en una franquicia el vilipendiar a la organización que encabezaron Ignacio Salas Obregón, David Jiménez Sarmiento y Miguel Ángel Barraza García. Hay quienes viven de ello pero navegan con la lucrativa bandera de ONG reclamando lastimeramente la apertura de archivos que cuando pudieron revisarlos no hicieron más que repetir las versiones policiacas.

La Liga señaló, con la tinta que mojaba los Madera, la comedia involuntaria de la torpemente llamada “izquierda mexicana”. En este momento solo mencionaré dos de sus elementos: el irracionalismo que la contamina en elementos ridículamente contradictorios como la teología de la liberación, o bien, su propensión a ser comprada por el Estado mediante subsidios que, según la lógica del centrismo barnizado de rojo, abonarán para la victoria de los trabajadores. Parece chiste pero no solo es anécdota sino el presente mismo. Y es que ello mismo combatió la Liga, aún con más energías con la palabra escrita que con sus acciones de fuergo: el engaño de la “izquierda” de peluche que, en lugar de enfrentar la realidad y la estructura de clases, prefiere distraer con discusiones que, mediando entre el ridículo y la ternura, se fundamentan en meros fundamentalismos lingüísticos y fantasías identitarias.

Su más brillante aporte aporte es el Madera y la política revolucionaria que intentó empujar es prueba de ello. Su amargo realismo y enérgica resolución de lanzarse al abismo de la educación política armada, que no del simple militarismo como lo pretende la historiografía vulgar, fue su apuesta. Y la perdieron ante el hipertrofiado Estado mexicano, ese Leviatán hambriento de sacrificios.

El fracaso militar de la Liga contrasta con su congruencia práctica y teórica.

Gracias




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