Psicopatía en la Literatura



A falta de una definición clara se pueden mencionar un par de trazos, que según su intensidad, evidencian la gravedad del padecimiento: una reducida empatía y carencia de remordimientos. Ello dibuja a un antisocial, manipulador y egoísta. Sazonado, además de un comportamiento deshinibido, con un peligroso “carisma” y que es capaz de construir sus propias reglas no tomando en cuenta al colectivo que le rodea1. Lo anterior podría aplicar para un número “x” de empresarios o políticos pero ¿cómo se representa la psicopatía en la Literatura?

Por ejemplo, Guy de Maupassant en su cuento Un loco presenta a un encumbrado juez, que recién había muerto con más de ochenta años de edad y que “Se había pasado la vida persiguiendo el crimen y protegiendo a los débiles. Timadores y asesinos no tenían enemigo más temible pues parecía leer, en el fondo de sus almas, sus secretos pensamientos y descubrir, de una simple mirada, todos los misterios de sus intenciones”2. Aunque para sorpresa de todos, en lo recóndito de sus pertenencias, se encontró un texto de su autoría con las siguientes ideas: “¡Hacer y destruir! ¡Estas dos palabras encierran la historia del universo, toda la historia de los mundos, todo cuanto existe, todo! ¿Por qué es embriagador matar?”. Y agrega: “...es la ley de la naturaleza. Todo ser tiene por misión matar: mata para vivir y mata por matar”3. Y resulta que este juez era un entusiasta asesino que iba por la vida con piel de oveja justiciera.

Sin embargo, este “darwinismo” mal entendido estaba extendido por la Europa del siglo XIX. El célebre Nietzsche lo exhibió y se regodeó en él, teniendo como escenario el militarismo expansionista prusiano, y en textos como La genealogía de la moral expresó su desacuerdo con la educación pública y la organización de sindicatos puesto que ello, según él, solo reforzaba el instinto de rebaño y la decadencia de la cultura. Pero, al mismo tiempo, expresa su satisfacción con la dominación, e incluso la destrucción, por parte del fuerte hacia el débil. No obstante, este ensayo es sobre literatura y no filosofía -aunque en Nietzsche hay mucho más de lo primero que de lo segundo- y aquí vale la pena citar su famosísimo Así habló Zarathustra donde escribió: “Ahora, donde hay vida hay también voluntad: pero no voluntad para vivir sino, así te enseño, Voluntad de Poder”4. No obstante, Federico no se refiere de manera poética a la voluntad de existir, poetizar o alguna otra cursilería sino al dominio crudo y duro del acero de la guerra: “Porque los humanos no son iguales: así habla la justicia. Y lo que yo quiero, ellos no deben quererlo”5. Y en esa desigualdad destaca el Übermensch, o sobrehumano, que siendo alguien superior a la persona convencional, en cuanto a ser capaz de seguir su voluntad de poder y carecer de las debilidades morales de la mayoría, puede decir: “Todo 'eso fue' es un fragmento, un enigma, un cruel accidente- hasta que la voluntad creadora a ello dice: '¡pero yo lo quise!'. -Hasta que la voluntad creadora a ello dice: '!Pero así lo quiero¡ ¡Así lo querré!'”. Si bien el nazismo intentó apropiarse del Dionisio bigotón, éste despreció tanto al nacionalismo como al antisemitismo por considerar estas posturas como equivalentes al cristianismo: otras expresiones de gente carente de personalidad propia que se hunde en colectivos para aliviar su nulidad. Nietzsche habría sentido cierta admiración por Hitler, más por su capacidad de aglutinar voluntades y de salirse con la suya, que por sus simplonas y chantajistas elaboraciones “teóricas”. Pero se habría vomitado en los uniformados, obedientes y obtusos seguidores del supuesto Führer.

Estas conductas son las que me parece recrean las visiones de La vegetariana, porque así ve al resto de predadores de seres vivos o como ella misma lo fue al comer aquel perro: "Me llenó la nariz el olor a perro que las semillas de perilla no lograban tapar. Recuerdo sus ojos reflejándose en la sopa, los ojos con los que me miraba cuando vomitaba sangre con espuma. No me importó. De verdad, no me importo en absoluto”6 y esa indiferencia ante los saldos de nuestras acciones son las que nos acercan, porque aparentemente esto es cuestión de grado, a las conductas psicopáticas.

Pero regresando a nuestro rancho, nuestro México lindo y herido. El despotismo de la desigualdad, con el que cualquier cosa se justifica, es un elemento literario con el que han jugado nuestros literatos como el cuestionable, y generalmente repugnante, Héctor Aguilar Camín quien en su novela La Guerra de Galio presenta a un asesor de la Secretaría de Gobernación, que en la década de los setenta, opina sobre la guerrilla de la época. Sin embargo, es de destacar que en este texto Aguilar describe, paradójicamente, en lo que él mismo se fue transformando desde el Salinato:


De Galio Bermúdez, Vigil apenas tenía noticia. Se le había juzgado en los cincuenta la mayor inteligencia de México y eran fama pública su malignidad incesante y su proclividad a incurrir en la defensa de causas indefendibles -como la matanza de Tlatelolco- en nombre de criterios deleznables -como la hombría de bien o el principio de autoridad-. También eran conocidos su alcoholismo insolente, autodestructor, y el desanimo de sus amigos. Autor de un fallido volumen sobre las constantes de la mexicanidad, Galio Bermúdez ahora solo publicaba artículos en un diario conservador de la Ciudad de México, donde ponía su vasta erudición al servicio de las más altas adulaciones políticas7


Y sus opiniones respecto a la tortura, las desapariciones y la utilización de la infame Brigada Blanca considera que el origen de la “estabilidad” de entonces tenía un oscuro, pero necesario y natural, origen:


Hemos construido cuartos privados para los amantes, lugares secretos para morir y hemos echado un velo institucional sobre el origen de nuestra paz, que no es otro que la violencia ejercida contra los que la ponen en peligro: los locos, los criminales, los disidentes... Vea esa hilera de señoras que van al supermercado y ponen en su carrito chuletas, costillas, filetes. ¿Cuántas podrían soportar el olor a sangre fresca de los rastros donde se preparan esas carnes?8


Y agrega una justificación histórica:


Hablamos de la doma sangrienta y centralizadora que ha constituido al país desde principios del siglo XIX... El fierro helado de la Federación, sus bayonetas centralizadoras, civilizadoras, como las de César, vierten hoy, en Guerrero, sangre limpia y joven que ahorrará más sangre... En una palabra: resolviendo su historia9.

La racionalización criminal de la conservación del autoritarismo es una de las manifestaciones, por lo menos en el personaje literario, de una psicopatía erudita pero que es psicopatía al fin. Sin embargo, nos hemos dejado llevar a las alturas de personajes que resultan filósofos e historiadores pero sería interesante acercarnos a prácticas y personajes mucho más mundanos. Por ejemplo, el gandalla u oportunista predador que devora debilidades y carencias. Para ello recurro al gran Vicente Leñero y Los Albañiles donde Don Jesús, quien resulta asesinado, se avienta frases como estas:


...el que madruga -lo dice el refrán- tiene derecho de aprovecharse de los demás... y de no haber tontos en este mundo sería muy difícil vivir... La justicia y la cárcel las inventaron los débiles para proteger a esos pobres dejados que los hay y los habrá siempre, gracias a Dios desde luego, que así le facilita a uno la existencia sin que sea necesario ser muy abusado10.


Las instituciones como creación de los débiles para protegerse de los fuertes es también una idea de Nietzsche y dado que los inteligentes carecen de fuerza -paradójicamente el enfermizo y debilucho Federico pensaba esto- el entramado institucional estatal impide que los más fuertes y sanos ocupen el lugar que les corresponde: en la cima de la pirámide alimentaria. Por ello Don Jesús no se permitía vivir “...acosado por esas equivocadas ideas de respeto, cortesía y demás tarugadas, bien estorbosas”11. El texto de Leñero también, acertadamente, señala la estructura social mexicana del Desarrollo Estabilizador como un terreno fértil para este tipo de individuos: el gandalla, el tranza, el judicial que obtiene confesiones firmadas bajo tortura, la industria basada en un campo barato que no solo le nutría con materias primas y alimentos a bajísimo costo sino también con brazos a precios de ganga que buscando trabajo en las urbes tenían (o tienen) que contentarse con la perifería en un teatro sangriento donde Los Olvidados se quedan cortos.

Pero los psicópatas proletarios, al igual que los institucionales, son muy comunes puesto que inundan nuestros libros de Historia aunque para el ojo público son aburridos, y lamentablemente en nuestro ensangrentado día a día muy cotidianos, pero ¿Qué tal cuando estos predadores se justifican con arte y ponen un principio estético por delante? Si bien la estetización de la violencia es un síntoma de despotismo sus apologistas intervendrían preguntando, y con cierto tino: ¿Qué es violencia? Simplemente tomaremos en cuenta aquello que vulnera la integridad física. De manera que cerrando este círculo y regresando a Europa podemos continuar.

En El Perfume el protagonista, hacia el final de la historia, deja clara su alienación y falta de vocación para vivir en sociedad: “Ya no le atraía la vida en una caverna. Había conocido esta experiencia y comprobado que no era factible vivirla. Como tampoco la otra experiencia, la de la vida entre los hombres. Uno se asfixiaba tanto en una como en otra.”12 y desde el principio de la narración manifiesta: “no quería creer que una fragancia tan exquisita pudiera emanar de un ser humano. Casi siempre los seres humanos tenían un olor insignificante o detestable.”13. La psicopatía, o la ausencia de empatía y remordimiento, queda patente en la recolección de ingredientes para sus perfumes. Después de la cual no queda ni una sombra de arrepentimiento y, al contrario, le obsesiona la obtención de más material para la elaboración de sus perfumes. Tiene un propósito más allá de sí mismo:


Grenouille vio con claridad que su vida ya no tenía sentido sin la posesión de esta fragancia. Debía conocerla con todas sus particularidades, hasta el más íntimo y sutil de sus pormenores; el simple recuerdo de su complejidad no era suficiente para él. Quería grabar el apoteósico perfume como con un troquel en la negrura confusa de su alma, investigarlo exhaustivamente y en lo sucesivo sólo pensar, vivir y oler de acuerdo con las estructuras internas de esta fórmula mágica.14


El protagonista de esta obra es una exageración del psicópata, incluso parece que la violencia al final del texto intenta ocultar que el autor no supo cómo terminar manteniendo el ritmo. No obstante el texto presenta de manera clara a un personaje que aparentemente, si no fuera porque su arte implica la privación de la vida, vive y literalmente respira la poiesis.

Justificaciones parecidas, aunque ahora de un personaje de carne y hueso, las podemos encontrar en el Marqués de Sade. De él Michel Onfray escribe que posee: "...una ética de depredador no propone nada original, sino que se limita a formular la moral feudal: fuerte con los débiles, débil con los fuertes"15 aunque adorado por los estructuralistas de la “religión del lenguaje”16 que le idealizan sublimando su hipócrita filiación revolucionaria. Por ejemplo, en Julieta encontramos a una de las mentoras de la sabrosa protagonista diciéndole:


Ahora, nada es más inmoral que la naturaleza; ella nunca nos impuso frenos; nunca nos dictó leyes. ¡Oh Julieta! Me encontrarás tajante, enemiga total de todas las cadenas; pero voy a rechazar completamente esta obligación tan infantil como absurda que nos dice: “no hagas a los otros lo que no quieras que te hagan a ti”. Esto es precisamente contrario de lo que no aconseja la naturaleza, puesto que su único precepto es deleitarnos, no importa a costa de quien. Puede suceder, sin duda, que nuestros placeres turben la felicidad de los otros: ¿serán menos intensos por eso? Esta pretendida ley de la naturaleza, a la que quieren someternos los estúpidos, es, pues, tan quimérica como la de los hombres, y nosotros sabemos convencernos intímamente de que no hacemos mal en pisotear a unas ya otras.


Una cita demasiado larga pero necesaria. Nuevamente observamos la naturalización del predominio del más fuerte, e incluso, traducirlo a una característica indispensable en nuestra sociedad. Respecto a Sade el darwinismo es varias décadas más joven pero su postura coincide con vulgarizaciones de la genial teoría del autor del El origen de las especies. No obstante, dichas caricaturas pierden de vista las consideraciones de Darwin respecto a la necesidad de cooperación puesto que, como especie, somos el más grande depredador del planeta. Pero uno muy particular: sin garrras, con colmillos de risa y con un pelaje que da más risa aún pero que desarrolló la capacidad de cooperar/empatizar y conservar información transgeneracional: es decir crear cultura. Y “Puesto que los dos principales motores de la evolución social son la selección de parentesco y el altruismo recíproco”17. La visión de la sociedad como una selva y el culto “al más fuerte”, que no al más adaptado, son posiciones de amantes de dictaduras y aristocracias como en el caso de Nietzsche, Sade y el fariseo de Aguilar Camín. Si no fuese por su talento, no valdría la pena leerlos.


1Skeem, J. L., Polaschek, D. L. L., Patrick, C. J., & Lilienfeld, S. O. (2011). Psychopathic Personality: Bridging the Gap Between Scientific Evidence and Public Policy. Psychological Science in the Public Interest, 12(3), 95–162.

2Guy de Maupassant. (2016). Selección de cuentos. México: EMU, p. 558.

3Guy de Maupassant, p. 558.

4Friedrich Nietzsche. (2014). Gesammelte Werke. Köln: Anaconda, p. 448. Traducción propia.

5Friedrich Nietzsche, p. 457. Traducción propia.

6Hang Kang. (2017). La vegetariana. s/i: Rata, 41.

7Héctor Aguilar Camín. (2014). La guerra de galio. México: Cal y arena, p. 48.

8Héctor Aguilar Camín. (2014), p. 87.

9Héctor Aguilar Camín, pp. 224 y 225.

10Vicente Leñero. (2009). Los albañiles. México: Joaquín Mortiz, pp. 13 y 14.

11Vicente Leñero, p. 66.

12 Patrick Süskind. (s/a). El perfume. Historia de un asesino. PDF: Perrerac, p. 226

13 Patrick Süskind, 37.

14Patrick Süskind, 38.

15Michel Onfray. (2007). Los ultras de las luces. Barcelona: Anagrama, 268.

16Michel Onfray, p. 276.

17Peter Turchin. (2016). Ultrasociety. Conneticut: Beresta, p. 63.


Bibliografía:

Camín, Héctor Aguilar. (2014). La guerra de galio. México: Cal y arena.

Hang Kang. (2017). La vegetariana. s/i: Rata, 41.

Leñero, Vicente. (2009). Los albañiles. México: Joaquín Mortiz.

Maupassant, Guy de. (2016). Selección de cuentos. México: EMU.

Nietzsche, Friedrich. (2014). Gesammelte Werke. Köln: Anaconda.

Onfray, Michel. (2007). Los ultras de las luces. Barcelona: Anagrama.

Süskind, Patrick. (s/a). El perfume. Historia de un asesino. PDF: Perrerac.

Turchin, Peter. (2016). Ultrasociety. Conneticut: Beresta.


Recursos en línea:

Skeem, J. L., Polaschek, D. L. L., Patrick, C. J., & Lilienfeld, S. O. (2011). Psychopathic Personality: Bridging the Gap Between Scientific Evidence and Public Policy. Psychological Science in the Public Interest, 12(3), 95–162.

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